Constantinopla
Terminadas las invasiones de los pueblos bárbaros, y cuando Roma no conservaba sino el recuerdo de sus glorias pasadas, la ciudad de Constantinopla continuó siendo la cabeza y la capital del Imperio Romano de Oriente, durante toda la edad media.
La vida de este glorioso imperio fue larga y brillante: tuvo momentos de gran decadencia, pero siempre pudo superarlos, hasta que sobrevino su caída definitiva. (Todos los imperios, tarde o temprano, luego de un período de esplendor, más tarde de un período de “inflación” tipo burbuja, terminan por desplomarse y desintegrarse).
El imperio continuó siendo “romano” por su organización, sus leyes y su cultura, pero situado en Oriente, se fue impregnando de un “Helenismo” extremo, hasta convertirse en un verdadero “imperio griego”