Júpiter es, después del Sol, el planeta más masivo del Sistema Solar, acaparando aproximadamente el 10 por ciento de la masa total y más del 70 por ciento de la masa de todos los planetas juntos.
El planeta Júpiter es un cuerpo masivo gaseoso, formado principalmente por hidrógeno y helio, que carece de una superficie interior definida.
El hecho es que el Sistema Solar en formación no le aportó de suficiente material para que este planeta aspire a más. Porque de haber logrado atraer más materia en su formación, Júpiter habría comenzado un largo camino como cuerpo estelar. Se hubiera convertido en un segundo Sol.
Es difícil inferir si la vida en la Tierra hubiese surgido con dos soles o incluso saber si se habría formado siquiera nuestro planeta.
Porque hablando de cantidades de materia, si Júpiter hubiese logrado acretar de la nube primigenia en la que se formaron todos los planetas unas 13 veces su masa, se habría convertido en uno de los cuerpos celestes más enigmáticos y evasivos: una enana marrón.
Las enanas marrones son cuerpos celestes cuasiestelares o subestelares que no llegaron a tener la masa suficiente para entrar en la serie principal y convertirse en estrellas.
Debido a su baja presión de gravedad, son incapaces de lograr las temperaturas internas necesarias para fusionar de forma estable el hidrógeno en su núcleo.