La Iglesia en la era feudal tuvo un rol altamente relevante en las instituciones que existieron durante la Edad Media, se podría decir que fue el “norte” espiritual del medioevo. Una vez que se constituyó la nueva sociedad dividiéndose en innumerables señoríos, era lógico que la Iglesia se fuera adaptando a estos tiempos para prevalecer.
De modo que, a pesar de su gran importancia, la iglesia no pudo quedarse al margen del feudalismo como sistema imperante y tuvo también que “feudalizarse”, proceso que generó una diversidad de dificultades de todo orden. Sus jerarquías más altas recibían toda clase de feudos tanto de los señores nobles como hasta del emperador, lo cual la obligaba a rendir fidelidad y transformarse en vasallos de aquellos que no tenían nada que con lo eclesiástico. Por esta razón, los señores feudales o el mismo emperador nombraban los clérigos, obispos y abades, y les concedían bienes temporales al igual que espirituales; fenómeno que generó una descentralización de tipo eclesiástica. Incluso en muchos lugares estos mismos hombres seculares quedaron convertidos en señores feudales enriqueciéndose de manera enorme, mientras que sus monasterios o iglesias se rodeaban de grandes extensiones campestres de su propiedad.
Además de este tipo de situaciones, se sumaron una serie de controversias en torno al alto clero de Bizancio, la iglesia de oriente se autodenominó ortodoxa y desconoció completamente la autoridad del papa, hechos que conllevaron a una ruptura, mejor conocida como Cisma griego, o sea, la separación definitiva y total de la iglesia romana y la iglesia bizantina.